…aun si lo verdaderamente difícil es no enamorarte de ella.
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No te enamores de una mujer que se hace la difícil. Porque la mujer
que se hace la difícil es errante, desconocida, cambiante: no sabrás
describirla a ciencia cierta, a cuestión de adjetivos comunes. La mujer
que se hace la difícil muta, cambia, deja, se aleja, vuelve, se
arrepiente. La mujer que se hace la difícil lee, escribe, canta, actúa, baila, trabaja y estudia
con mucho pesar al siempre tener conflictos con la autoridad y los
trámites. La mujer que se hace la difícil se gana la vida por sí sola,
no necesita de nadie que la ayude para ser todo lo que quiere ser: ella
misma.
Ya te digo, mi amigo, que no te conviene. Para empezar, enamorarla se
cree que es imposible. ¿Rosas rojas? ¿Chocolates? ¿Animales de peluche?
¿Coqueteo? ¡Por favor! La mujer que se hace la difícil te aceptará las
rosas con una sonrisa, las pondrá en agua, y no volverá a hablarte nunca
más. La mujer que se hace la difícil evita comer chocolates, sabe que engordan, y es presa de la soluble vanidad presente en las revistas femeninas.
La mujer que se hace la difícil odia a los animales de peluche,
se empolvan y estorban; además, ya tienen de mascota a un gato. La
mujer que se hace la difícil se sabe “el juego” del romance de pies a
cabeza: sabe cuándo llamar, sabe cuándo colgar y, justo cuando crees que
le llevas gran ventaja al escucharla decir que te echa de menos, se
desvanecerá ante tus ojos.
Jamás podrás comprenderla, entenderla. No existen diccionarios ni
manuales de instrucciones para mujeres difíciles, desgraciadamente. No
podrás. Será como si ella te hablara en lenguas romances y tú
humildemente contestaras con un “OK”. No se entenderán, no habrá
comunicación. No sabrán cómo decirlo y ella, tenlo por seguro, no lo
dirá primero: su orgullo quemaría su voz antes que poner ante ti una
debilidad. Porque así son las tan complicadas mujeres difíciles: ven
cualquier muestra de sentimientos, cariño o afecto como un punto débil al que nadie debe de tener acceso. Nunca vas a verla vulnerable.
Y no porque no sufra. ¡Todo lo contrario! Las mujeres que se hacen
las difíciles sufren como nadie: lloran, se lamentan, no saben qué
hacer, gritan, se enfadan, se decepcionan y vuelven a llorar porque tú
hiciste algo malo y deshiciste algo bueno, o viceversa.
Se decepcionan. Se decepcionan terriblemente porque ellas esperan lo mejor de ti. Se decepcionan porque añoran el romance, la nostalgia y, sobre todo, la caballerosidad.
Ay, la caballerosidad, ¡las hace soñar despiertas a las mujeres que se
hacen las difíciles! Que no te engañe: al tú abrirle la puerta del lugar
mientras ella se coloca enfrente de ésta con los brazos cruzados y la
mirada indiferente, una parte de su enorme corazón se va contigo.
Porque las mujeres que se hacen las difíciles tienen un corazón enorme,
grandísimo, de un tamaño gigante. Es por eso que se hacen las
difíciles: protegen esa hermosa figura de vidrio de cualquier papanatas
con manos sudadas que pueda provocar una tragedia. Por eso son frías,
duras, distantes y distintas. Todo se conserva mejor en un ambiente
frío, helado: un congelador que logre conservar sus sentimientos para
largo; y ellas mismas deben ser fuertes, son el templo de ese tesoro.
Además, siempre les gusta ser diferentes, ser las correctas y maduras
sabelotodos que realmente, a simple vista, parece que lo saben todo.
Las mujeres que se hacen las difíciles son guapas, pero una parte en
su interior se los niega al mirarse en el espejo; jamás descansarán
hasta no ser indiscutiblemente más atractivas que esa prostituta o
famosa actriz de anuncio que puedas encontrarte camino a casa. Las
mujeres que se hacen las difíciles generalmente son altas; de ojos
grandes y labios enmarcados, de pómulos rosados y ojos expresivos: los
ojos de las mujeres que se hacen las difíciles son una verdadera obra de
arte; nada es más expresivo, nada es más atrapante que
los ojos de una mujer que se hace la difícil. Pues la mujer que se hace
la difícil miente, engaña, pretende, disfraza y la única manera de
saber lo que verdaderamente está en su mente, es mirarle los ojos
fijamente: tal como la Gioconda tiene un código oculto en su lienzo.
No te enamores de una chica que se hace la difícil, no. Insisto: no
sabes con qué te estás metiendo. Además de todo lo que ya te he
advertido, estas mujeres son odiadas, criticadas, renegadas. La gente no
parece comprenderlas, amarlas; en cambio, son bastante envidiadas.
No tienes opción, por si fuera poco, porque si no abogas a su favor, te
lo reprochará y si abogas por ella, se alejará de ti. Sin preguntar.
Sentirá tu (inexistente) lástima hacia ella, tu falta de admiración;
ella no quiere tu lástima, no la necesita. Ella sabe que esas personas
no tienen cerebro y no le llegan ni a los talones. Punto. No hay más que
discutir. A oídos sordos y ojos llorosos cuando nadie las está
observando.
Porque las mujeres que se hacen las difíciles se protegen, se resguardan hasta de sí mismas.
Lo exageran todo, dramatizan cada acto tuyo en una tragedia porque
escriben, porque leen, porque les gusta crear historias en las que ellas
no son más que un personaje y para ti, como actor secundario, hay una
lista entera de suplentes.
No se enamoran, no creen en el amor; lo consideran una mentira de su
peor enemigo: la sociedad. Ellas creen en la pasión, en el romanticismo,
en el drama. Las mujeres que se hacen las difíciles se encaprichan, se
enganchan, se aprisionan, se encierran a un solo objetivo aun si éste no
es digno de ser el blanco de lo más amoroso de su ser. Porque las
mujeres difíciles así aman: terca, dolorosa, y caprichosamente; pero
jamás por siempre. No, no, no. Las mujeres que se hacen las difíciles cambian, cambian todo el tiempo una vez que tal objetivo ya es misión cumplida.
Las mujeres que se hacen las difíciles son infieles por naturaleza, con la justificación de ser románticas;
nunca pueden ser sólo tuyas. Las mujeres que se hacen las difíciles te
quieren a ti, echan de menos a otro, lloran por aquel que no conquistan
de inmediato, sufren por el que se fue y las dejó atrás hace años, y a
la única persona que aman es a sí mismas.
Ya te lo digo, amigo, que son unas malditas. Cínicas. Van por allí
con una sonrisita enmarcada en labios rojos y sin escotes vulgares, con
esas palabras dignas de salir de una boca tan bella y tú, ingenuo, crees
poder no sólo enamorarlas, sino incluso jugar con sus sentimientos.
¡Ingenuo! ¡Imbécil! ¡Acabarás enamorado! Enamorado, dejado, rechazado.
Triste. Y sin tu chica que se hace la difícil, que muy probablemente
estará besando casualmente a algún desconocido al que vio muy atractivo
físicamente y al que jamás va a permitirle volver a verla porque está
consciente de que es un completo imbécil.
Y es que ellas tienen estas fantasías amorosas, tal
como tú tienes tus fantasías sexuales. Ellas sueñan con besar a su
profesor más joven, a un hombre mucho mayor, a un chico arrogante y
rompecorazones con el que no tengan aparentemente nada en común, a un
maldito imbécil que las destrozará y este dolor ya lo verán venir de
manera que hasta podrán disfrutarlo como inspiración, a un modelo
masculino que les parecerá un maldito maricón, a un deportista
profesional con quien tan sólo llegarán a tener una relación cordial, a
un actor famoso del que saldrán huyendo asustadas por sentir que éste
invade su libertad, etc.
Sin embargo, a final de cuentas, las mujeres que se hacen las difíciles no son tan difíciles como aparentan.
Existe una manera para llegar a su corazón: piensa en ella, échala de
menos, sueña con ella, escríbele. No te garantizo que te amará, no te
garantizo que no te rechazará; pero ten por seguro que ella, tal como le
gusta leer cada tarde lluviosa, “valorará tu sencillo coraje de
quererla”.
Para mantener a una mujer que se hace la difícil hay que dejarla, hay
que perseguirla, hay que acorralarla, hay que soltarla, hay que ser un
extraño y a la vez quien más la conozca, hay que darle su espacio, hay
que ignorarla de vez en cuando y con una sonrisa coqueta, hay que dejarse crecer la barba,
hay que aprender del arte y de la buena ortografía, hay que ser seguro
de uno mismo o le darás asco con tus inseguridades superficiales, hay
que ser intelectual y no aburrido, hay que ser guapo y arrogante porque
feo y titubeante no le vas a servir para nada, hay que preferirla a ella
de manera especial antes que a las demás, hay que darle libertad:
libertad de irse, libertad de volver, libertad de quererte, libertad de
odiarte, libertad de abofetearte y después besarte. Una pequeña
conclusión con estas mujeres es que un “te odio” es la prueba más
sincera que ellas tienen de decirte “me encantas, eres muy guapo”. Ellas
no sueñan con cambiarte, ella sueñan con encontrar ese detalle del cual
puedan escribir sobre ti.
Así pues, amigo, las mujeres que se hacen las difíciles no son tan
difíciles una vez que te revelan el primero de los muchos misterios que
su larga melena ondulada contiene: lo único complicado con una mujer que
se hace la difícil es lo mucho que ella puede llegar a hacerte feliz.~
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